Esta es la historia en la que un señor que se dedicaba a vender sombreros hizo un alto en su caminata, vencido por el cansancio y el sol. Se sentó junto al tronco de un árbol y se quedó dormido. Cuando se despertó, advirtió que en una de las ramas del árbol había un grupo de monos que se habían apoderado de sus sombreros y que sólo le quedaba el que estaba usando él.
Empezó a hacerles señas a los monos para que se los devolvieran, pero por más esfuerzos que hacía, los monos permanecían impertérritos. En un momento determinado, ya muy frustrado, se sacó el sombrero y lo tiró al piso con fastidio. Increíblemente, los monos le copiaron el gesto y arrojaron también ellos los sombreros que tenían. El hombre no podía salir de su asombro. Había conseguido, en forma inesperada, recuperar toda su mercadería. Los recogió y partió apurado.
Pasaron más de 50 años, y una vez más, otro hombre que también vendía sombreros pasaba por una situación parecida. Curiosamente, se trataba del nieto del señor que originariamente había vivido la experiencia que describí más arriba. También él se quedó dormido y volvió a suceder lo mismo. Cuando se despertó, vio que un grupo de monos se había apoderado de todos los sombreros (salvo el que usaba él).
En ese momento, recordó lo que le había dicho su abuelo y, sin dudar, arrojó su sombrero al piso con gesto de fastidio. De inmediato, uno de los monos que estaba en la rama, bajó apurado, tomó el sombrero que estaba en el piso, y corriendo se trepó nuevamente al árbol.
El joven miraba hacia arriba azorado, cuando el mono le gritó: “¿Vos te creías que eras el único que tenía abuelo?”.
Amé esa historia,nos hiso leerla hoy la profesora de Literatura.Me dejó mucho tiempo pensando en como siempre que se nos presenta una situación similar a alguna ya ocurrida no buscamos una solución nueva,sinó una que en el pasado ya nos había funcionado correctamente.Es hora de buscar nuevas soluciones...
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